miércoles, 7 de enero de 2009

FLORES PARA SOFIA


Cuando entré al cuarto después de salir del baño, y haber lamentado la triste apuesta de un viernes trece, me dispuse a buscar a Érica. Mi hermana,  de 15 años. Ella había estado planeando toda una velada para verse con el mansito de la esquina. Si, si, ese que se cree muy guapo. Así , que fui a buscarla gritándole -“llego Andrés”-, cuando entré al cuarto solo vi las uñas pintadas de rojo de sus  pies . Trago entero y al mirar de nuevo veo girar sus piernas enredadas en una sábana blanca, que se sostenía del cuello ya morado de ella. Grite muy fuerte,- Érica, Érica, se mató-, mi madre me grita desde la cocina, -cállese, no diga bobadas-. Entonces cierro mis ojos y dudo de lo que vi. Regreso al cuarto y fijo mi mirada al rostro pálido de mi hermana, colgada del cuello muy cerca del techo entre telas y bordados, en silencio y morbo. En ese minuto corrí tras mi padre y le dije -mi hermana se mató-. Al ver que nadie escuchaba mis palabras, corrí por la casa y en silencio mi voz, pero; mi pensamiento se sofocaba de pesadillas sin final, sentí mucho miedo y sin fijarme corrí de frente topándome con la ventana; caí al jardín, sentía los vidrios de la ventana, en mi cuerpo cicatrizando mis brazos, mi rostro y mis sentidos.

Después, tán sólo; me vi en la clínica recordando aquella mañana del viernes, cuando con ella, nos preguntábamos, -¿quién morirá primero?- así que de decidimos apostar a que una noche cualquiera una de las dos se mataría. Apuesta muy perversa, lo sé; yo era la hermana mayor y siempre estuve celosa de los privilegios de ella por ser la chica tierna de los sueños de papá. Yo era lo oscuro, lo extraño del lado secreto de los demonios de mi familia. Supongo entonces; que obligue a mi hermana a apretar la sabana a su cuello. Dejándose caer entre sus temores y su valentía, desafiando la muerte y la agonía.

Desde esa noche juego a despojar mi cuerpo de lugar alguno, bebo un trago de alquitrán en las mañanas, seduzco a los hombres con olor a tabaco, para encontrar un poco de vida en cada beso pagado.
Pero; hoy, bese en el alma al crepúsculo sediento, y El, tan bondadoso conmigo, me regaló un momento, prometiéndome una vida sin pagos y una cama limpia para las mañanas. Decido entonces marcharme con él, escondida en la cajuela, entre cocaína y un poco mas de muertes en los brazos. Empuñando mí brazo hacia mi tatuaje sereno, que me brinda calma y un poco de sentido. En el cuarto del hotel, se ha bañado en sangre, robando la vida del vecino del frente, quien no quiso pagar el cigarro de la noche.

Ahora; soy tan sólo el recuerdo, de lo que en la mañana me dejó un puñal en la espalda por su falta de piedad, mi sangre corrió por su alfombra y mi piel en el espejo quedo, un corte en mi brazo de tanto mirar el rostro de aquella niña que un día, una apuesta absurda jugó. Un trozo de espejo en mi castigo se convirtió, cortando cada brazo, cada palabra y en puñal él se convirtió, asesinando mi cuerpo, permitiéndome encontrar a Érica danzando en la alegría , porque el castigo al fin me llegó.