Me rindo a los pies de la Mujer
Salvaje que habita en mí, no hay vuelta atrás. Aunque quisiera (y cree que a veces quiero) volver cuando me aparté por creer no merecer,
cuando me quedé creyendo merecer la injusticia, los gritos,el sufrimiento, la enfermedad
del cuerpo apropiada como perenne. La matriz rebosada de creatividad instaurada
en lamentos de fuego. Y aun así aun quiero volver a ese dolor instaurado, a ese
sufrimiento silencioso que obvié, que me mentí a mí misma diciéndome que todo estaba
bien.Volver porque había naturalizado tanto ese tiempo. Ese esquema ,esa vida. Volver a los suburbios de mis repeticiones inconscientes.
Pero… No hay vuelta atrás...
aunque yo quiera, no me deja ir a otro ritmo que no sea el de mi cuerpo, el de
mis propios sonidos, el de mi propia cultura … De los silencios que guarde por vergüenza de mostrar mis sentimientos de amor,
deseo o bondad. Cuando permití humillaciones, desprecio y desamor disfrazado de
compañía.
Cuando entré en aquel conflicto abismal,
cuando las emociones se desbordaron, cuando la vida dijo ¡No Más! Sin pensar que
re-conocer mi historia dolía tanto. “Dolió tanto”. Al darle una, dos tres y
hasta cuatro miradas me odie. Te odié, tanto que endurecí mi alma y mis
sentidos. Que permití el desvelo durante las noches perdidas. Y las cosas que se supone que debían funcionar
dejaron de hacerlo. Entendí que debía de-construirme cual Derrida andante en medio
de un cuerpo aparentemente fortalecido y vinagre entre mis pensamientos. ¿Alguna vez has perdido recursos emocionales
que creías muy propios?
Pues yo estaba ahí incapaz de escribir,
incapaz de vivir. Sobreviviendo, herida de un ala, rota del alma, llorando al
hijo perdido. Deambulando entre ciudades de furia, selvas de odio, llantos de
ira. Segura de que esa era la real fortaleza. Tragarme todo y decir “estoy bien”
evocando a Everybody's Fine, como si a mí También Robert De Niro quisiera
impresionarme y el impresionado fuera él. ¡Sentía que Dario Marianelli había
compuesto sus canciones para mí, ja! Y yo…que
siempre me creí tan fuerte, tan astuta, tan clínica donde mi fuerza salía de mi
indiferencia porque nada
me dolía.
¡Me derrumbe! …
Dentro de mí
misma, dentro de mi alza y entendí que emprender el camino era volver a bajar
la frente al teclado. Ser una “stripper emocional” deambulando entre mis
propias verdades y miedos. Y vivir el dolor desde los ojos del amor propio. ¿Por
qué desde el amor propio? Porque desde ahí mismo empecé a descubrir los pocos
limites que me tenía, lo que me permití. La comida poco nutritiva que ingería ,
el sedentarismo y las relaciones “amorosas” sin amor.
Como Mujer Salvaje que te lleva
Re-Conectar con el Viento, la expresión, con el útero, con el Agua, con lo emocional,
el Fuego. Entender que soy tan frágil y emocional como tan fuerte y terrenal.
Que soy todo y nada. Tan coherente como incoherente.
Y que esa soy. Con falta
de simetría, en construcción permanente, la que decidió cerrar su boca y
permitirse sentir, mostrarse. Perdiendo el miedo al rechazo y a las lágrimas,
estas que descongelaron mi corazón y silenciaron mi ruido mental. Esa mujer
salvaje que como Pinkola cuenta en sus libros se desato el pelo, corrió descalza,
se quitó el disfraz y la necesidad de cumplir el rol social. La autoridad moral
de nacer en Buga, de cumplir el mandato de “la ciudad señora” tan perfecta y con
culpas en-diosadas.
Cerca de terminar este ciclo,
donde se acerca mi santo, estoy fluyendo en este texto que me permite
reflexionar el último tiempo. O… ¿El último año? El final del 2018 y este 2019
han sido de construidos en respuestas del trabajo realizado. Durante años me pregunte ...
¿Cuándo sentiré paz? ¿Cuándo la angustia desaparecerá? ¿Este trabajo interno funcionara? ¿dejara de
pesarme conocerme?
No sé cuándo fue, como ocurrió.
Como fue, solo un día de febrero me desperté, miré por la ventana,
pintaba un día normal con trancón en la autopista, con mucho trabajo en el piso
10. Pero algo en mi había cambiado, ya no sentía ese fantasma que me acompaño
por años, se había ido.
Y no sabía el cómo, solo sabía que yo, estaba bien. Muy
bien, feliz. Alegre. En un estado de agradecimiento pleno. Y entendí que todo
aquello habían sido las lecciones que la vida me había puesto a repetir
por no haber sido la mejor alumna al dar la tarea. Porque ella, tan dura y sabia,
tan noble quiere fortalecerte como una madre que quiere lanzarnos al mundo con
las mejores herramientas para vivir. Ella tan suave me beso la frente y me dijo
que estaba lista para emprender el vuelo de nuevo. Ese, que había dejado
enterrado a orillas del río y olvide ir por él.
Sin titubear volví
a la aventura, a volcar mis deseos, a reconocer la vida, el viaje vuelve a
comenzar. 38 años que van cerrándose ,38 adioses que se han convertido en mareas,38 veces no.
todo ha sido develado a esquemas de nuevos recuerdos, nuevas andanzas. Nuevos y próximos capítulos.