martes, 30 de marzo de 2010

Las realidades de Mariana


En la mañana del lunes de hace unos meses atrás, recuerdo los pasos de su sombra a acercándose a mí y entre el amarillo de mi pijama en medio de mis juguetes siento que me abraza. Me inquieto por su afecto, aunque me siento segura entre sus brazos. Mi papá no está, anda en el hospital, cuidando a mamá, quien respirando un poco mal; dibuja a mi hermana en su nueva vida, tejiendo colores y brisa de alegría.

La noche transcurre y sigo ahí en medio de sus brazos que; imagino me protegen. Nunca pensé en esa noche “mi cintura o sexo”. Hasta el día que mis recuerdos intentaron salir. Cuando escuche de nuevo, “tío” entre los labios y mi memoria volvió atrás, veinte años y sintió el dolor de sus manos intentando descubrir la mujer; en el cuerpo de la niña que quería dormir para despertar para tomar su taza de té. Entendí que las líneas de los bolsillos y su huida tenían que ver. Con el dolor que pudiera sentir. Desperté del mal sueño entre mis juguetes porque mi papá en su carro logró hacer tanta bulla que mi cuerpo salvo, el temor de mi tío se forjo en cobarde huida sin decir adiós. Dejándome con mi padre y sus cuidados en dos.

Ahora regresa ese tío pidiendo perdón sobre la noche, que intento besar el cuerpo de niña que allí se quedo. Y la mujer de hoy no le permitirá entrar en su vida donde él ya murió. Y busca un camino sesgado para los dos.

Escribo estas líneas para clamar por la ventana del bar donde dibujo en mi frente el perdón que se fragmento. Soy la mujer que vive en la calle 74 en la selva de ciudad, que puede ser Bogotá. Donde las posibilidades de verte con esas personas que te han lastimado son más de 100.

Soy esa mujer que reza su credo y pierde su fé en la esquina del parque, donde pinta su voz. Cantando canciones para vivir, y en ese tiempo creer para nacer. Con la guitarra acompañando los recuerdos y mi gata de lado pierdo el sonido del tiempo pero no, mi rencor. Saber que pasó en mi cama hace 20 años cuando seis claveles en mi cumpleaños conté, me dan las certezas de no castigar mi cuerpo una vez más. Creí que era culpable o que mi cuerpo había sangrado esa noche que todo se suspendió. Ahora cierro los ojos y sé que él vio una mujer donde una niña había y mi padre aunque nunca le hable de ello es mi héroe, tan grande es, que tan solo su llegada permitió que la niña viviera muchos años mas hasta ahora que la mujer ha crecido en mi. Si pudiera explicar cuando quebré en llanto mi cuerpo por la incertidumbre de no-saber, angustia pertinente para mi cobardía para quedarme anclada en el beso de la melancolía.

;)

Mariana .

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